domingo, 12 de julio de 2015

Las fases de la alquimia Personal

Las fases de la alquimia personal


Autor: David Topi.                                                               
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El trabajo o proceso alquímico del que habíamos hablado en el artículo anterior se hace en tres fases principales, que, como ya hemos comentado, se explican y enseñan de forma alegórica y metafórica a aquellos que desean aprender “la gran obra”, como la alquímia ha sido siempre llamada.
Ennegrecimiento
La primera de esas fases del proceso alquímico por la que todo aspirante a conseguir “oro” (una conciencia pura e iluminada) tenia que empezar, es llamada “Nigredo” (en latín), que viene a traducirse algo así como “ennegrecimiento”. Se trata del estado inicial del proceso, en el que aquello a ser transformado (el ser humano) se considera en un estado de corrupción, disolución, individualización e incluso putrefacción. Representa lo que hace muchos meses os expliqué sobre la noche oscura del alma, sobre el descenso a las profundidades de cada uno de nosotros, sobre el trabajo con aquello que llamamos “la sombra”.  El elemento que caracteriza el estado de ese alma en esta primera fase es la Sal, porque es un componente que refleja perfectamente las características de cristalización, fijación, y dureza, resistente al cambio, que posee todo hombre cuando no ha iniciado ningún trabajo sobre si mismo. Posiblemente sea este el estado en el que se encuentra una gran parte de la humanidad en estos momentos, hablando a nivel macro y generalizado.
Blanqueamiento
La segunda fase se llama el “Albedo”, o blanqueamiento. Representa el proceso de la purificación espiritual, el quemado de las impurezas de la sal, como analogía de la personalidad (etérico, emocional, mental) y alma (causal) sin trabajar, y cuyo resultado produce un ser humano “fluido”, representado en los libros de alquimia por el mercurio, un metal líquido, en quien se están dando cambios rápidos a nivel mental, emocional, etérico y físico (incluso llegando de cambios energéticos a nivel de ADN). En esta fase, se potencia la parte intuitiva y femenina, la imaginación, la creatividad, siendo el primer paso hacia la creación (o despertar) del elixir de la vida y de la piedra filosofal (la esencia o ser interior). Es el proceso que, a nivel de toda la humanidad, cuando se produzca de forma masiva,  llevará a la apertura de mentes, a la masa crítica necesaria para el cambio, a aceptar y comprender la realidad del mundo en el que se vive, a mirar hacia dentro para buscar todas las respuestas, y no más hacia el exterior. La intuición, la confianza en el poder y potencial de cada uno, se va abriendo paso, y se van viendo chispas de la conexión con la piedra filosofal, que pugna por ser encontrada en el interior de cada persona.
Es el proceso de “despertar”, cuando reconocemos que las cosas no son como nos las han contado, y cuando nace el deseo de aprender de “verdad” y dejar ir todos los antiguos y rígidos sistemas de creencias milenarios con los que nos han programado. Es por eso que el “blanqueamiento” representa la “quema”, el llevar a la hoguera todo lo que no está alineado con una conciencia superior que viene dictada por  la conexión y enseñanzas de nuestro ser.
Enrojecimiento
La tercera y última fase es llamada “Rubedo” o enrojecimiento, y consiste finalmente en la transmutación en oro de la sal, la piedra y plomo inicial (diferentes facetas del hombre “rudo”, “basto”, “sin trabajar ni pulir”), que ha pasado a ser mercurio, luego otros metales intermedios, y ahora es finalmente oro, representando la pureza de la conciencia, del alma y del ser, y el hallazgo del elixir de la vida, la piedra filosofal, muchas veces representada en color rojo, que simboliza la unificación del hombre (lo limitado y finito, el microcosmos) con la Fuente (lo ilimitado e infinito, el macrocosmos). Es la fase del ser que “entra” a tomar posesión de su vehículo físico y de la conciencia que lo dirige.
Ceremonias iniciáticas alquímicas
“La Ceremonia por la cual vais a pasar de inmediato, tiende a haceros vivir, mediante
su simbolismo, únicamente esotérico, el desarrollo post-mortem, de la separación de
los elementos que constituyen vuestro ser…”
“Aurum Nostrum non est Aurum Vulgi”
Desde tiempos remotos, siguiendo este proceso alquímico que hemos visto, existían en muchas escuelas iniciáticas, ya desde el antiguo Egipto, ceremonias que estaban destinadas a simbolizar el paso del hombre por las diferentes fases de la transmutación interior.
A aquel que iba a ser iniciado, se le reconocía como la piedra o el plomo, la materia prima sobre la que había que trabajar. Primero, en la fase de Nigredo, el aspirante empezaba la ceremonia en un cuarto oscuro, el cuarto de reflexión, representación del plano terrenal y material. En esta habitación podía ver o intuir los símbolos asociados a esta fase: el azufre, las piedras, la sal, las siglas V.I.T.R.I.O.L, que significaban VISITA INTERIORA TERRA RECTIFICANDO INVENIES OCCULTUM LAPIDEM” – visite el interior de la tierra y rectificando encontrará la piedra oculta, que viene a ser lo mismo que cava en tu propia alma para encontrar la sabiduría que llevas dentro, y donde el aspirante escribía su testamento filosófico, pues si la ceremonia resultaba exitosa, se iba a despedir para siempre de esa parte de si mismo mundana, limitada, “negra”. Realmente esta primera fase simbolizaba la muerte física de la persona, pues como decía Hazrat Inayat Khan, fundador del sufismo universal: “no puede haber renacimiento sin una noche oscura del alma, una aniquilación total de todo lo que creías y pensabas que eras”.
La segunda fase era la llamada prueba del agua, pues era la prueba de la parte emocional, asimilada al paso por el plano astral, y la prueba asociada al “blanqueamiento” del alma, del iniciado. Aquí se confrontaba al neófito a todos sus sentimientos oscuros y crueles, a sus pasiones animales involutivas, a sus vicios, a todas las tendencias inferiores que se habían cristalizado en su naturaleza, a sus miedos y temores, y este los debía ver cara a cara, y purificarlos, debía transmutarlos, dominarlos, y expulsarlos de si mismo. Luego, superada esta etapa, si lo conseguía, venia una intermedia antes de llegar al Enrojecimiento final, y era el paso por la etapa asociada al plano mental, llamada Citrinitas, pues el iniciado que inició su camino “negro”, y luego fue “blanqueado”, ahora empezaba a tomar simbólicamente un tono “amarillento” (su alma y su personalidad). Así, el profano, una vez purificado en sus sentimientos y deseos, debía ahora hacer pleno uso de sus poderes mentales, aprendiendo la dura labor de pensar por si mismo, y dejar de buscar fuera lo que sabe ya que tiene dentro.
Finalmente, el oro
Y cuando el cuerpo físico había muerto y renacido, el cuerpo emocional y de deseos había sido limpiado de miedos, bajas pasiones, emociones negativas, y el cuerpo mental había sido renovado y toda la programación, creencias, ideas falsas y “basura” mental había sido limpiada, llegaba entonces la última parte, cuando la “piedra” o el “plomo”, el ser humano,  adquiría el legendario tono rojizo que denotaba que había encontrado la Piedra Filosofal, el Lapis Philosophorum. El hombre encontró a su ser, a su esencia, y con ella todos los “metales viles” se convierten en oro, todas las imperfecciones energéticas que llevan a la enfermedad se pueden curar, toda disfunción energética y mental se puede armonizar. Aquí es cuando nos damos cuenta que podemos hacer sanaciones con la esencia, tal cual, como hemos comentado en un par de ocasiones en anteriores artículos.
Esta última etapa es la que corresponde al RUBEDO, dominando sobre ella el SOL, el logos Solar, máxima representación de la Fuente en el sistema en el que vivimos. Horus es su Deidad y el color es el rojo. El ser humano ha despertado, su conciencia es la conciencia de su ser, y su camino es el de servicio a la humanidad. Ahora sí, el trabajo para conseguirlo es tan titánico y árduo, que por eso realmente solo unos pocos alquimistas llegaron a encontrar el valor y el tesón para ello. Quizás sabiendo lo que tenemos que hacer, no dejemos pasar ni un segundo más nosotros y nos pongamos manos a la obra.
La alquimia, tan mitificada y escondida en libros y tratados ininteligibles, se convierte así en algo tan simple como pasar por una renovación física, emocional, mental y espiritual, pero a niveles tan profundos que, cuando se realiza, el elixir de la vida aparece por si solo, y uno se da cuenta que siempre tuvo la facultad de transformar en oro todo lo que tocaba, porque siempre había sido portador inconsciente de su propia piedra filosofal.

Alquimia de metales, alquimia interior

Alquimia de metales, alquimia interior

Autor: David Topi                                                               
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Es posible que muchos hayáis oído hablar de la alquimia, una milenaria ciencia que, Hermes Trimegistos, padre de muchas de las tradiciones y enseñanzas esotéricas que llegan a nuestros tiempos con el nombre de “herméticas”, parece haber “sacado a la luz” bajo la forma de alegorías y metáforas, dando claves a aquellos iniciados en los misterios de la vida, la naturaleza y el universo, para conseguir cambios en su interior, en su psique, en su alma, a través de la transformación de “metales” (cualidades) inherentes al ser humano.
Para aquellos que buscaban realmente la piedra filosofal y la transmutación literal de metales como el plomo en oro, los libros de Ramón Llul, de Flamel, de Fulcanelli o de otros alquimistas medievales eran un sinfín de laberintos inescrutables, imposibles de descifrar, pues, de hecho, aunque quizás existiera y tuvieran la formula para ello, la verdadera alquimia, enseñada y trasmitida por escuelas herméticas, esotéricas, iniciáticas, no es otra que la de la transformación del hombre para convertirse en algo superior, más elevado, más avanzado.
Desde Khem
La alquimia proviene de Egipto, y así su nombre lo indica. “Al-Khem” significa “desde Khem” (el prefijo al– es, en castellano, un “desde” o “relacionado con”) y a su vez “fuera de la oscuridad”, siendo “Khem” un termino que significa “negro” en egipcio antiguo, y que era a su vez el nombre usado para el mismo país, Egipto, llamado “oscuro” u “oculto”. De ahí que todo lo que salía o provenía de las tradiciones o conocimientos ocultos egipcios provenía de Khem, y entre ellos, el mas importante o uno de los mas importantes, la “alquimia”.
Las enseñanzas alquimistas se han hecho siempre mediante alegorías, como os decía, siendo una alegoría una información críptica, en forma de poema, de cuento, de metáfora, que tenia que ser interpretada y decodificada correctamente para poderla llevarla a la práctica y extraer sus lecciones y conocimientos, impidiendo así que fueran revelados y, quizás, mal usados, por aquellos no instruidos y preparados para ello a lo largo de los tiempos.
Transformando al ser humano
En la tradición alquímica, se da por sentado que todos los componentes que forman al ser humano, que son llamados “metales base” pueden ser transformadas de un estado a otro. La transformación y transmutación de metales, así, corresponde a la transformación de cualidades en el ser humano, mediante profundos e internos procesos. Cada metal de cada libro de alquimia corresponde a una modalidad o nivel de la conciencia humana y, el oro, como metal a obtener, corresponde a la conciencia sublime, máxima, pura. La clasificación de los metales según los alquimistas iba desde los más bastos e imperfectos (más alejados de la conciencia “esencial” y pura de la Creación) con los más refinados y cercanos a ese “oro” espiritual y evolutivo que se pretendía alcanzar. Así, el alquimista pretende eliminar de si mismo esos metales bajos (cualidades) de sus pensamientos (cuerpo mental, conciencia, esferas mentales), de sus emociones (cuerpo emocional), y de sus acciones (etérico, físico), transmutando todas esas imperfecciones para llevarlas hacia un alineamiento con las leyes naturales de funcionamiento de la Creación, como os explicaba hace un par de artículos.
Cuando esto se conseguía, se había obtenido “oro”, el estado deseado, se había conseguido transmutar el plomo en la sustancia perfecta.  Como podéis ver, el método de funcionamiento es, en base, igual a muchas técnicas de sanación “modernas”, eliminar lo negativo del ser humano, transmutar lo negativo y pesado, para convertirlo en positivo y elevado, si hablamos de forma simple, pero bastante acertada, referidos a la programación que llevamos a cuestas en las esferas mentales, a miedos no procesados, a sistemas de creencias limitantes o dogmáticos, etc.
Simbolismo y correspondencias
Algunos de los símbolos y fuerzas usadas en alquimia son conocidas por todos: la tierra, que representa para el proceso alquímico los talentos y recursos naturales en una persona; el aire, que representa su intelecto, su conciencia, su mente; el agua, que representa sus emociones, intuición y creatividad; el fuego, símbolo para la acción, el poder de voluntad y coraje para el cambio de esa persona, y para que esa persona pueda producir cambios en el mundo;  y el éter, Akasha o quinto elemento, como la esencia divina en todos nosotros que nos asiste en el cambio y transformación.
Un término usado en los libros de alquimia es el de la “Prima Materia”, la materia inicial, la sustancia base desde la cual se parte en el proceso de transformación. Una de esas substancias iniciales, entre otras, era la plata, cuya contrapartida esotérica es el aspecto femenino e intuitivo de la psique ( y la Luna en su aspecto astrológico), incluyendo los atributos de la intuición, la sabiduría interna, la compasión, la apertura de miras. El hecho de querer transmutar la plata en oro era el proceso de despertar en el alquimista estas cualidades, básicas y necesarias para conseguir la “conciencia pura” o “iluminada”. Una persona que no desea abrirse a su intuición, a su conocimiento interno, a aprender de si mismo, no podía llegar nunca a ese estado de “iluminación” y “conexión con la Fuente”.
¿Y como se produce esta transmutación? La alquimia habla de un potente agente, elemento catalizador, que ha sido llamado o explicado alegóricamente como el Elixir de la Vida, la Piedra Filosofal, o la Quintaesencia. Y esta piedra filosofal no es otra cosa que la chispa divina en cada uno, nuestro ser, mónada o esencia, presente en todos y en todo, y detonante, como ya habréis podido ver, si me vais siguiendo en los artículos, de todo cambio profundo en el crecimiento del ser humano, pues no hay cambio ni transformación si no hay una energía pura, cuántica, de la propia Fuente, que lo dirija.
Lo mejor de todo es que todos llevamos una piedra filosofal y un elixir de la vida alegórico en nosotros mismos, pero nunca han querido que lo sepamos y lo encontremos. Quizás va siendo hora de traer desde Khem los procesos para ello, y saquemos a la luz como convertir todos nuestros metales pesados en oro, algo que veremos como lo hacían los alquimistas por fases en el próximo artículo.