jueves, 18 de diciembre de 2014

«No podéis servir a Dios y a Mammon»

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«No podéis servir a Dios y a Mammon», dice Jesús en los Evangelios. Lo que significa que no podemos satisfacer a la vez las exigencias de la tierra y las del Cielo.
Para ser reconocidos por nuestros amigos celestiales, debemos renunciar, a menudo, a ser reconocidos por los humanos, es verdad, pero ¿qué importancia tiene eso?… ¿Cuántos años durará lo que ganáis con los humanos? Aunque os aprueben, os alaben, aunque seáis reconocidos por millones de personas, pronto todos abandonarán la tierra, y vosotros también y, entonces, ¿cómo os sentiréis cuando lleguéis al otro mundo? ¿Y cómo vais a sentiros ya, en esta vida, si sois privados de la benevolencia y del amor de las entidades luminosas?
Si os ponéis al servicio del Cielo, no esperéis que los humanos vengan a manifestaros su estima y su reconocimiento: ni siquiera saben lo que sucede en vosotros. Contentaos con trabajar. Cuando sintáis que este trabajo os llena de una vida nueva, ¿creéis que tendréis necesidad de que los demás vengan a aplaudiros y a felicitaros?
Dos personas que se encuentran por primera vez se sienten, al principio, extrañas una a la otra, sus vibraciones no se armonizan y les resulta difícil comprenderse. Pero pasa el tiempo, y a medida que hacen intercambios, empiezan a vibrar al unísono. No os extrañéis si os digo que esto mismo es lo que sucede con la comida: los alimentos que llegan a vuestra mesa vienen de más o menos lejos, pero, tanto si han venido de cerca como de lejos, son como desconocidos que invitáis a vuestra casa, a vuestro organismo, y antes de dejarles entrar, es deseable que empecéis por familiarizaros con ellos.
Cuando vayáis a comer una fruta, sostenedla durante unos instantes en vuestra mano dándole vuestro amor, vuestra gratitud. Esta fruta estará mucho mejor «dispuesta» hacia vosotros, porque habréis creado un lazo con ella. El alimento que tomamos cada día es algo más que una materia bruta, contiene elementos sutiles, imponderables. Pero sólo podremos extraer estos elementos sutiles si lo impregnamos con nuestro amor para que se abra a nosotros.
La línea recta es el camino más corto desde un punto a otro, esto es bien conocido. ¿Pero es aconsejable ir siempre en línea recta? Si queréis atravesar una ciudad, por ejemplo, difícilmente podréis hacerlo en línea recta sin chocar con edificios, coches o peatones; igualmente, en este inmenso territorio que es la vida, en donde se apretujan multitud de criaturas, raramente llegaréis a alcanzar directamente una meta sin chocar con intereses contrarios a los vuestros.
Es pues preferible, a veces, escoger la línea curva, es decir, no presentarse ante los demás diciendo inmediatamente: «Soy yo. Tengo proyectos, dejadme realizarlos.» A menudo es preferible tomar caminos desviados, que os llevan por lugares en los que no vais a encontrar obstáculos. Y como no todas las ocasiones son igualmente favorables, es mejor que esperéis también el mejor momento para pasar. Esto significa que, para realizar todos esos buenos proyectos, es mejor evitar imponernos inmediatamente, sino dar pruebas de psicología, de paciencia, de flexibilidad. Esto es seguir la línea curva.
Omraam Mikhaël Aïvanhov

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